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Inteligencia emocional en el trabajo

Inteligencia emocional en el trabajo

Vivimos en una era en la que la inteligencia y las capacidades cognitivas no lo son todo. Nuevos estudios científicos han develado la importancia de la inteligencia emocional para el desempeño de cualquier trabajo y para el cuidado de cualquier relación

La inteligencia emocional es un factor sustancial en la eficacia de cualquier organización.

Las empresas y organizaciones se enfrentan a desafíos en el sector público y privado. Es indispensable encontrar nuevas formas de enfrentar esos desafíos y alcanzar prácticas sostenibles y exitosas. En ese camino de innovación y resolución de problemas, la inteligencia emocional juega un papel crucial.

El bienestar de la sociedad depende cada vez más del compromiso y las responsabilidades que las empresas adquieran para mejorar las condiciones de trabajo de las personas y buscar nuevos caminos en los que la inteligencia emocional sea la base para alcanzar metas a largo plazo en todas las áreas que son de mayor importancia para una empresa.

Está demostrado que la inteligencia emocional (IE) mejora la eficacia de una organización en distintas áreas, como contratación, desarrollo del talento, trabajo en equipo, compromiso, ánimo y salud de empleados, productividad, ventas, ingresos, lealtad de los clientes y mejora de servicios.

“La inteligencia emocional, en el nivel más general, se refiere a las aptitudes para reconocer y regular las emociones en nosotros mismos y en los demás.”

El coeficiente intelectual ya no es el indicador más preciso para pronosticar el éxito en el desempeño de una persona en su trabajo.

Diversos estudios han demostrado que el coeficiente intelectual (CI) de las personas debería ser uno de los determinantes más importantes al momento de contratar a una persona para algún puesto de trabajo. Tradicionalmente se ha considerado que el CI es el rubro que mejor pronostica el éxito organizacional.

La IE ha tomado un lugar igual de importante que el CI en la medición y las pruebas para garantizar que una persona alcance el éxito laboral. El rendimiento laboral puede basarse más claramente en la IE que en el CI, ya que los indicadores de la primera pueden arrojar con mayor certeza quién podrá ser un gran vendedor, líder, supervisor o jefe de equipo.

Algunos estudios demuestran que el 36% del progreso organizativo se basa en la inteligencia emocional.

Diversos estudios y análisis han corroborado y comparado la importancia de las competencias emocionales y cognitivas en el desempeño de las personas en sus ambientes laborales. Estudios demuestran que las capacidades cognitivas son 27% más frecuentes en los trabajadores más brillantes que en los trabajadores de desempeño normal; mientras que las competencias emocionales son 53% más frecuentes en quienes alcanzan a destacarse excepcionalmente. Otros estudios corroboran que la IE representa el 36% del progreso organizativo, mientras que el CI representa el 27% y las capacidades cognitivas el 16%.

“Todo ello sugiere que la IE contribuye ligeramente más al avance profesional que el CI”.

La inteligencia emocional se condensa en 20 competencias emocionales que interactúan en lo personal y lo social.

La autoconciencia, la autogestión y la gestión de las relaciones son elementos fundamentales para desarrollar un excelente desempeño laboral. Asimismo, hay 20 competencias emocionales que son clave para tener un buen desempeño en la vida personal y en las interacciones con los demás, incluidas las laborales, que se pueden catalogar de la siguiente manera:

“La teoría del rendimiento en términos de IE postula que cada uno de los cuatro campos de IE deriva de distintos mecanismos neurológicos que diferencian cada campo de los otros, y a los cuatro en conjunto de los campos de capacidad puramente cognitivos. ”

Las competencias emocionales brindan un valor económico añadido en las organizaciones y ello se refleja en su productividad.

Estudios han demostrado que el rendimiento superior de algunos colaboradores excepcionales genera mayores ganancias a las organizaciones para las que trabajan. Invertir en las personas estrella de una compañía y en sus competencias emocionales puede traer beneficios elevados sobre los costos de sus salarios y formaciones.

Esto se ilustra con el descubrimiento de que los vendedores promedio de 44 de las 500 empresas enlistadas en la revista Fortune que ganan alrededor de 42 mil dólares al año, venden alrededor de tres millones de dólares en servicios o bienes. Los vendedores superiores alcanzan ventas 123% mayores, es decir, generan ganancias por más de seis millones de dólares.

Dejar de considerar que la inteligencia emocional es una falsedad puede traer claridad y certezas en las investigaciones y metodologías para generar valor añadido sostenible en las empresas.

Todos los casos mencionados, tales como las investigaciones y el análisis de datos de más de 15 años, demuestran que las intervenciones e inversiones en el desarrollo del personal, en su formación, motivación y gestión del rendimiento, pueden añadir un valor económico que resulte sustancial para las organizaciones.

Aunque el valor de las competencias de inteligencia emocional no se ha establecido de manera concluyente en los estudios al respecto, existen métodos de medición cada vez más eficientes y específicos que pueden relacionar mejor las variables asociadas a estas competencias con el rendimiento económico y la productividad de una organización.

Las competencias de IE en el equipo, como la motivación de logro grupal, empatía, conciencia organizativa, colaboración y liderazgo pueden influir favorablemente desde los procesos de selección y la construcción de equipos para constatar ese valor agregado.

La inteligencia emocional grupal también existe y es un bastión para alcanzar la cooperación y la colaboración colectivas.

La inteligencia emocional grupal (IEG) es la capacidad para desarrollar normas que aborden los procesos emocionales de los equipos de trabajo. Se trata de buscar confianza, identidad y efectividad colectiva.

Muchas emociones están asociadas a reglas y normas de conducta, así como a códigos culturales que generan adaptabilidad, control y autorregulación. Ya que muchas de las emociones humanas se basan en estas relaciones sociales, se hace indispensable estudiar la manera en que una emoción afecta al grupo. La gestión de la IEG debe crear normas que regulen las emociones individuales dentro y fuera del grupo, así como las emociones que vienen de las relaciones entre el grupo. Ello significa crear un sistema de creencias y códigos de conducta dentro de la organización.

La conciencia grupal del individuo ayudará a delimitar su conducta, fomentará la autorregulación y mejorará sus vínculos y alcances. Las normas de regulación emocional proporcionan una dirección muy clara y colectiva para todos los integrantes del grupo. Una buena táctica de recursos humanos debe aplicar conocimientos y herramientas que establezcan como base la inteligencia emocional de los colaboradores.

Existen diversas herramientas que el área de recursos humanos puede aplicar para aumentar la inteligencia emocional en la organización que se orientan a tres puntos bases: la selección, la formación y el desarrollo del personal.

Desde la óptica de la inteligencia emocional, la gestión del rendimiento no solo puede basarse en evaluaciones relacionadas con sueldos o ascensos sino también en el desarrollo de las competencias emocionales ya que estas contribuyen directamente al crecimiento de la persona y a encauzar logros y metas bajo procesos más eficientes. Aunque es verdad que los estímulos económicos impulsan a los trabajadores, pueden causar un efecto positivo solo de corto plazo. Entre mejor asuma una organización su responsabilidad de generar ambientes donde se propicie el crecimiento y refuerce el desarrollo de sus empleados, habrá mejores resultados a largo plazo y lo mejor es que serán autodirigidos.​​​​​

“Una vez más, y como ha demostrado Boyatzis, el aprendizaje y el desarrollo en adultos cuentan con más posibilidades de tener éxito cuando son autodirigidos e implican los ideales y aspiraciones a largo plazo del individuo”.

Con constancia y dedicación, las personas adultas pueden ser cada vez más competentes emocionalmente.

Suelen existir dos bandos respecto a si es posible mejorar las capacidades emocionales en la edad adulta. Para algunos resulta fácil preparar talleres y actividades de uno o dos días en el trabajo con la esperanza de que eso construirá la IE de una empresa. Para otros, no hay nada que hacer; conciben que las personas en la edad adulta ya tienen todo aprendido y que si su IE fue un éxito o fracaso, es por lo que vivió en su infancia.

¿Quién tiene la razón, aquellos que creen que pueden convertir a alguien en un ser con vasta inteligencia emocional en una tarde o aquellos que creen que no hay nada qué hacer con la IE de las personas después de los 15 años? La respuesta más certera está en un punto medio. Algunos estudios recientes señalan que es posible ayudar a los adultos a incrementar su inteligencia emocional con esfuerzos sostenidos y compromisos más fuertes de lo que muchos pudieran imaginarse. Existen algunos tipos de intervenciones desarrolladas en el pasado que pueden potenciar las competencias emocionales de los empleados:

Todas estas formaciones mejoradas a lo largo del tiempo dejan claro que la inteligencia emocional no es algo que solo esté de moda sino que implica un compromiso verdadero para lograr el cambio a largo plazo.

La aplicación del programa de competencia emocional ofrece algunas pautas para ponerse en práctica.

Aplicar el programa de competencia emocional en grandes empresas requiere de algunas pautas:

Esos puntos pueden ayudar a directores, facilitadores, personal de recursos humanos y consultorías a establecer iniciativas de inteligencia emocional en las empresas.

Todo ello se combina con una buena elección del mejor momento en el que una organización se encuentre para hacer estos cambios. Apreciar el buen sentido de oportunidad para la inteligencia emocional se potenciará con el momento y las condiciones más adecuadas.

Sobre los autores

Cary Cherniss y Daniel Goleman editan y escriben en este libro. Cherniss es especialista en las áreas de inteligencia emocional, estrés y desgaste profesional, y cambio organizativo. Ha publicado más de cuarenta artículos académicos sobre esos temas. Reconocido en el mundo entero por ser pionero en el estudio de la inteligencia emocional, Daniel Goleman ha sido profesor invitado de la Universidad de Harvard, periodista, psicólogo y escritor.

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