Mentalidad fija versus mentalidad de crecimiento
Cuando iniciaba su profesión, Carol S. Dweck creía, como muchas otras personas, que los atributos de los individuos eran fijos e inflexibles. Alguien poseía inteligencia o no la poseía, y no alcanzar el triunfo era consecuencia de la falta de intelecto, sin que se consideraran el esfuerzo, la constancia y las equivocaciones. Pero Dweck cambió de idea cuando, en conjunto con Mary Bandura, su alumna de posgrado, buscó entender el motivo por el que ciertos estudiantes se preocupaban por demostrar sus aptitudes, mientras que otros hacían caso omiso de esto y se entregaban al aprendizaje. Fue entonces cuando descubrieron que existían la “mentalidad fija”, que precisa validarse, y la “mentalidad de crecimiento”, que puede acrecentarse mediante el fortalecimiento del aprendizaje.
“Saber si las cualidades humanas pueden cultivarse o si se trata de algo innato e inamovible es un viejo problema””.
En el pasado, las personas que apoyaban la creencia de la invariabilidad de las habilidades suponían que estas se reflejaban en los aspectos corporales, por lo que eran permanentes e ineludibles. El psicólogo francés Alfred Binet era un oponente de la hipotética invariabilidad, aunque creó la prueba de cociente de inteligencia, que se cree que es la prueba contundente del intelecto invariable. Esta prueba sirvió para determinar cuáles niños no conseguían todos los beneficios de las escuelas públicas, para que el sistema educativo se modificase y así nivelar a esos infantes. Binet consideraba que, mediante la práctica, el aprendizaje y el desarrollo de la disciplina, es posible acrecentar la memoria y la capacidad de análisis y discernimiento; es decir, aumentar la inteligencia de los individuos.
Cuestión de actitud
La investigación que la doctora Dweck ha realizado durante dos décadas revela que la postura personal que adopte cada individuo es determinante para conseguir sus objetivos de vida. La sociedad premia la “inteligencia, la personalidad y el carácter”, y resulta natural entonces que los individuos quieran tener estas cualidades. Sin embargo, la mentalidad de desarrollo se apoya en el convencimiento de que cada individuo tiene unas aptitudes básicas que puede ir acrecentando mediante el empeño. Los individuos con mentalidad fija muestran las siguientes características:
- Intelecto inalterable – Creen que la inteligencia es inalterable y no puede ser mejorada.
- Validación – Tienen una necesidad incesante de validarse a sí mismos.
- Sin desafíos – Eluden los retos.
- Evitar las dificultades – Ante un obstáculo, claudican y se “ponen a la defensiva”.
- Sin perseverancia – Les parece que el empeño es ineficaz.
- Sin crítica – Desechan las críticas negativas que pueden ser provechosas.
- Celos – El triunfo de los demás es una amenaza para ellos.
- Intolerancia al fracaso – Sin importar su inteligencia o talento, se arriesgan a que un fracaso los afecte, tal vez de manera permanente.
- Viento a favor – Progresan solo si los factores son favorables.
- En pareja – Rechazan los defectos de su pareja afectiva.
- Perfeccionismo – Para ellos no es suficiente aparentar inteligencia y talento, sino que quieren ser “perfectos ahora mismo” y sienten vergüenza por no serlo.
- Enojo – Ante un tropiezo, los individuos con mentalidad fija sienten que la vida es injusta con ellos y se entregan a los lamentos o la ira.
- Vanidad – Sienten que son inteligentes cuando no se equivocan, acaban una tarea rápido y sin errores, y cuando alguna cosa es sencilla para ellos, pero difícil para los demás.
- Inteligencia fija – Dan por hecho que una prueba de intelecto puede predecir con certeza la inteligencia a futuro.
- Frustración – Les aterra la perspectiva de intentar algo y frustrarse.
“La mentalidad fija hace que te preocupes por si te juzgan; la mentalidad de crecimiento hace que te preocupes por las mejorías””.
La consecuencia de todo lo anterior es que tal vez alcanzarán un techo inferior a su verdadero potencial. Esto confirmará su creencia de que las habilidades son fijas.
Por su parte, los individuos con mentalidad de crecimiento muestran las siguientes características:
- Desarrollo intelectual – Creen que la inteligencia siempre puede ser mejorada.
- Bienvenidos los desafíos – Aceptan los retos.
- Tenacidad – Ante un obstáculo, aplican un mayor empeño.
- Con perseverancia – Creen que el empeño lleva a la excelencia.
- Con crítica – Toman las críticas como una lección.
- Inspiración – El triunfo de los demás les sirve para aprender y obtener inspiración.
- Tolerancia al fracaso – A pesar de padecer los fracasos, estos no les afectan, pues, dado que las habilidades pueden desarrollarse, siempre tienen alternativas para triunfar.
- Autodesarrollo – Pueden progresar trabajando en su propio desarrollo.
- Volver a levantarse – Ante un tropiezo, prefieren tomar los malos ratos como una oportunidad para aprender y esforzarse más.
- En pareja – Seguirán pensando que su relación afectiva es excelente, a pesar de darse cuenta de los defectos de su pareja.
- Recompensa del esfuerzo – Sienten satisfacción cuando se esfuerzan en algo, y después de un lapso prolongado comienzan a comprenderlo.
- Proceso de aprendizaje – Quieren aprender con el paso del tiempo, no anhelan la perfección rápidamente y desean encarar los retos e ir progresando gradualmente.
- Intelecto elástico – Creen que una prueba no puede medir la inteligencia a futuro.
- Esfuerzo – No creen en conseguir una meta alcanzable sin poner empeño para lograrlo.
- Certidumbre – No necesitan confianza para emprender algún proyecto, ni tampoco consideran que deben ser sobresalientes en algo que desean hacer y que les divierte.
- Nuevos caminos – Tratarán de profundizar en un área precisamente porque no la dominan y la ven como un reto.
“En un mundo –el de los rasgos fijos–, el éxito tiene que ver con demostrar lo listo que eres o el talento que tienes; te validas a ti mismo””.
La consecuencia de todo lo anterior es que lograrán elevar su nivel cada vez más. Esto les dará una mayor conciencia de “libre albedrío”.
La mentalidad en los deportes
En el deporte se da por hecho la existencia del individuo con “talento innato”, que cuenta con las cualidades y apariencia de un deportista, “sin siquiera intentarlo”. Esta convicción es tan fuerte que muchos entrenadores y agentes se dedican a buscar a estos individuos que se supone que son naturalmente dotados, y los equipos se los disputan mediante sumas descomunales de dinero. Lo lógico sería pensar al revés: que el deporte está relacionado con el entrenamiento y la mejora. Para echar por tierra el mito del talento innato están como ejemplos Muggsy Bogues, el jugador de baloncesto de la NBA que mide 1.70 metros de estatura, o Pete Gray, el beisbolista de las grandes ligas que solo tiene un brazo.
“En la mentalidad fija lo ideal es compatibilidad instantánea, perfecta y perpetua. Como si estuviese predestinada. Mucha gente desea sentir su relación como algo especial y no solo como algo que ocurra por azar””.
Para un individuo de mentalidad fija un talento extraordinario puede ser una condena. Billy Beane tenía habilidad innata, pero su mentalidad fija no le permitió desarrollarse. Por cuatro años John McEnroe fue el jugador de tenis mejor calificado del mundo gracias a su enorme talento, pero no desarrolló su potencial por completo debido a que no tenía disposición para aprender. Cuando era joven su padre lo criticaba constantemente. Un caso opuesto se ilustra con Michael Jordan, que no tenía talento innato, pero compensó esto con una mentalidad de crecimiento. Su esfuerzo para entrenar y practicar asombraba. En otro caso, en el golf, anteriormente se creía que si un jugador aumentaba su fuerza física perdería su “toque”. Tiger Woods desbancó este mito a fuerza de entrenamientos y de intensa práctica. El golfista relata que sus padres lo enseñaron a poner todo su empeño en lo que hacía.
La mentalidad y las empresas
En las empresas gestionadas con mentalidad fija se difunde la creencia de que los “genios” destacados no necesitan mucho personal, sino solo asistentes que hagan realidad sus grandiosas ideas. Los individuos de mentalidad fija quieren mantener su posición suprema y rara vez ponen en práctica planes de aprendizaje para el personal. Es común que esta clase de líderes se vuelvan “controladores y abusivos” contra sus subordinados, y no les den crédito por sus aportaciones. Cuando esto ocurre, los empleados son inducidos a la mentalidad fija y los objetivos de la empresa se vuelcan a buscar la satisfacción del jefe.
“En la mentalidad fija uno no toma el control de sus habilidades ni de su motivación. Simplemente espera que su talento le lleve a través de todo, y cuando no lo hace…, bueno, ¿qué se podría haber hecho entonces”?
Jim Collins encabezó una investigación que se proponía encontrar las razones para que las empresas se convirtieran de “buenas a excelentes” y se mantuvieran en esa posición, mientras otras compañías por lo general no pasan de buenas. Entre las diversas causas había una que era fundamental: un líder que logró dar el salto hacia la excelencia. Estos eran individuos con mentalidad de crecimiento, que preguntaban todo el tiempo y eran capaces de encarar las fallas, incluso cuando fueran las suyas, pero tenían la certeza de que tendrían éxito a la larga. En el estudio de Collins, las empresas que no pasaban de buenas tenían en común dirigentes de mentalidad fija; ostentosos, carismáticos y ególatras, que creaban una cultura empresarial en la que existían individuos superiores e inferiores.
Enseñanza
Es común que a los alumnos que repiten un curso les entreguen materiales simplificados, partiendo de la premisa de que su capacidad no les permitirá más. Esta es una decisión que se toma desde el punto de vista de una mentalidad fija. El resultado es que estos alumnos no consiguen más conocimientos de los que ya tenían. La profesora Marva Collins siguió otro camino. Buscó estudiantes de escuelas públicas en Chicago que habían sido calificados con deficiencias de aprendizaje y se dirigió a ellos como si fueran genios. A mitad del año habían superado tres niveles y estudiaban a grandes autores. Por otra parte, Benjamin Bloom, un notable investigador de la enseñanza, analizó a 120 personajes relevantes de diversos campos: ciencia, deportes y música. Muchos de ellos no eran destacados y no mostraron un talento definido a temprana edad. Alcanzaron la cima gracias a su constante motivación y perseverancia, combinadas con “una red social de apoyo”. Después de investigar la docencia durante cuatro décadas, Bloom concluyó que el aprendizaje que consiga alguien puede ser alcanzado por cualquier otra persona si se encuentra bajo las condiciones educativas adecuadas.
“Después de siete investigaciones con cientos de niños, teníamos algunos de los descubrimientos más claros que he visto jamás: elogiar la inteligencia de los niños daña su motivación y su rendimiento””.
Hay niños que sufren violencia desde los primeros grados escolares. El comportamiento abusivo es alimentado en buena parte por la mentalidad fija, que da por sentada la existencia de individuos con mayor o menor valía, y creen que juzgar es su privilegio. En esta situación no se responsabiliza a los victimarios, sino a los niños que sufren el abuso, porque se les considera inadaptados o conflictivos. La sociedad estadounidense no ha atendido esta situación con el debido interés, que se agravó hasta la aparición de las balaceras en las escuelas. En una de la más conocidas de estas, en Columbine, los dos alumnos que la consumaron habían sufrido años de crueles vejaciones. La mentalidad fija también influye en la actitud de las víctimas frente a los abusos. Un individuo que “se siente profundamente juzgado por un rechazo” mostrará una tendencia a afligirse e imaginar venganza. En una investigación de la doctora Dweck, los niños con mentalidad de crecimiento optaban por asumir otra actitud y perdonar.
Habilidades afectivas y sociales
Los individuos de mentalidad fija no trabajan en sanar las experiencias negativas, dejando que estas los moldeen, y ello dificulta posteriormente sus relaciones afectivas. Además, sienten que deben tomar revancha. En contraste, los individuos con mentalidad de crecimiento trabajan para desarrollar la cualidad de sobreponerse. Estos reaccionan de manera comprensiva, son capaces de perdonar y continuar con su vida. A pesar de que se sientan lastimados, intentan sacar un aprendizaje. Lo que obstaculiza a las personas de mentalidad fija es que estas quisieran que las cosas positivas ocurran automáticamente, como por arte de magia, como la bella durmiente, que fue rescatada de un coma por un príncipe.
Padres y maestros
Los padres quisieron elevar la autoestima de sus críos mediante los halagos, sin sospechar las consecuencias nocivas. Alabar el intelecto de los niños perjudica “su motivación y rendimiento”. A los niños les fascina que los halaguen por su inteligencia y su capacidad. Esto los llena de energía, pero solo de manera fugaz. Tan pronto se topen con un obstáculo, su seguridad y su motivación se derrumbarán. Si los halagos incorrectos de los padres convirtieron a los hijos en personas dependientes y frágiles, que creen merecerlo todo, los elogios adecuados podrían dirigirlos hacia la perseverancia y darles mayor fortaleza. Es menester alabar a los hijos por su iniciativa; por llevar a buen término un proyecto; “por luchar por algo nuevo y aprenderlo”; por su perseverancia ante los problemas, o por aceptar la crítica y usar esta para mejorar. Los descubrimientos recientes revelan que los individuos poseen aptitudes para aprender a lo largo de su existencia. Cada individuo nace con una personalidad y talante iniciales; pero su experiencia, aprendizaje y empeño definirá la ruta que tome su destino.
Sobre la autora
Carol S. Dweck es profesora de psicología en la Universidad de Stanford.