La gestión adecuada de las emociones aumenta su plenitud.
Las emociones surgen como una respuesta física inmediata a los estímulos provenientes del exterior. Aportan información intuitiva sobre peligros ocultos que de otra manera pasarían desapercibidos. Bien gestionadas, pueden ser un excelente faro para ayudarlo a orientar su vida y sentirse más satisfecho consigo mismo.
Sin embargo, las emociones también pueden ser un factor de inestabilidad en su vida. Las personas que se dejan arrebatar por sus emociones afectan sus propios intereses al perder el control. Asimismo, las personas que invierten muchas energías en contenerlas y ocultarlas corren el riesgo de agotarse y afectar su salud. La buena noticia es que todos pueden aprender a gestionar sus emociones y aumentar su resiliencia. La agilidad emocional consiste en ser flexible con sus sentimientos y pensamientos, sin negarlos; implica una mayor relajación, calma y enfoque para mejorar su respuesta a los retos cotidianos.
“La agilidad emocional abre este espacio que hay entre cómo nos sentimos y lo que hacemos en relación con nuestros sentimientos y ha demostrado ser útil para afrontar distintos problemas: imagen negativa de uno mismo, angustia, dolor, ansiedad, depresión, tendencia a la postergación, transiciones difíciles, etc”.
Con el entrenamiento apropiado, es posible afrontar el estrés propio de la vida moderna y mantener una posición más vigilante frente a la superficialidad del consumismo actual. Las emociones, tanto positivas como negativas, forman parte natural e integral de su vida y no deben ser negadas por una supuesta búsqueda de felicidad perpetua.
Hay que evitar engancharse a las emociones y pensamientos nocivos.
A menudo las personas se ven atrapadas en comportamientos nocivos a los que tienden reiteradamente. Estos comportamientos suelen implicar un estado de ánimo o pensamiento del que las personas no pueden desprenderse y en el que suelen caer de manera casi inconsciente. La mayoría de las veces las personas han interiorizado tanto un concepto negativo de sí mismos que se ha convertido en una barrera que limita su desempeño y condiciona sus acciones.
Existen cuatro fases al engancharse de un pensamiento:
- Charla interior – Algún estímulo lo lleva a conversar consigo mismo sobre un asunto que le tiene preocupado.
- Mezcla de pensamientos – La charla evoca recuerdos, símbolos e imágenes visuales.
- Descarga emocional – Surge una emoción negativa, como la culpa o el arrepentimiento.
“Las personas que están apegadas a una forma específica de pensar o comportarse no están prestando realmente atención al mundo tal como es”.
Para mantener una mente abierta alejada de los prejuicios sobre los demás y sobre sí mismo, conviene poner en duda algunas de las cosas que siempre ha asumido. Pensar que usted simplemente no es bueno para cierta actividad y que por lo tanto no podrá hacerla bien nunca, es la primera verdad que ha de poner en duda. Para ello, debe iniciar por distinguir aquellos momentos en los que reincide en un pensamiento o emoción negativa. En general, existen cuatro “anzuelos” básicos de los que suelen engancharse las personas.
- Pesimismo constante – Mucha gente tiende sistemáticamente a desanimarse antes de enfrentar un desafío, de manera que desisten finalmente de intentarlo.
- Pensamiento excesivo – Recordar constantemente un evento pasado o sobredimensionar los hechos del presente lo llevan a cavilar sin sentido.
- Ideas caducas – Estas hacen que se aferre a viejos preceptos que han perdido vigencia y no corresponden más a su realidad.
- Injusticias del pasado – Los pensamientos de victimismo y rencor reiterados pueden ser especialmente difíciles de soltar.
Suprimir o magnificar las emociones tiene efectos contraproducentes.
Todas las emociones que experimenta el ser humano tienen una razón evolutiva y pueden ser benéficas, siempre que no se conviertan en estados de ánimo recurrentes. De ahí que nunca deban ser negadas o suprimidas. En este sentido, los estudios demuestran que los hombres son más propensos a intentar suprimir sus emociones, mientras que las mujeres tienden a magnificarlas. Ambos casos son desafortunados, puesto que llevan a hombres y mujeres en general a perder la concentración y perderse de las alegrías diarias.
Por otra parte, incluso las emociones negativas, como la ira, la tristeza, el miedo o la culpa, pueden tener los siguientes efectos positivos:
- Estimulan el razonamiento – A diferencia de la felicidad, las emociones negativas conllevan un mayor ejercicio mental.
- Aumentan la memoria – Frecuentemente, las emociones negativas conllevan evocaciones que activan la memoria.
- Favorecen la perseverancia – La insatisfacción propia de estos estados puede ser un aliciente para crecer y mejorar.
- Incrementan la empatía – Esto se debe al aumento de la vinculación social y de la sensibilidad individual.
- Aumentan la criticidad – Los estudios demuestran que la capacidad crítica aumenta con los estados de ánimo negativos, como el enojo.
“La vergüenza y la culpa pueden desempeñar importantes funciones sociales en el sentido de fomentar el apaciguamiento y la cooperación””.
Las emociones deben ser reconocidas y aceptadas.
El primer paso para entrenar su agilidad emocional es reconocer sus emociones y ser indulgente consigo mismo. Debe aceptar que son parte de su ser y que inciden definitivamente en su desempeño y satisfacción diarias, por lo que debe estar prevenido. Aunque sea obvio señalarlo, debe aceptar que usted no es perfecto y que comete errores. Al juzgarse o culparse por algo, intente pensar en el niño que fue para ser menos duro. La autoaceptación es fundamental para llevar una vida satisfactoria.
Es fundamental nombrar sus emociones y poderlas identificar mientras las está experimentando. Esto lo llevará a conocerse mejor y lo ayudará a encontrar las causas que lo hacen sentir de determinada manera.
“Una vez que dejamos de luchar para eliminar los sentimientos angustiosos o para sofocarlos por medio de afirmaciones positivas o racionalizaciones, pueden enseñarnos valiosas lecciones””.
Distanciarse de un estado emocional permite entenderlo mejor.
Pensar en sí mismo en tercera persona es una estrategia para distanciarse de sus emociones y poderlas comprender. Esto significa entablar un diálogo interno en donde se hable a sí mismo. Puede intentar, por ejemplo, escribirse una carta a su yo del pasado o del futuro. Asimismo, registrar en un diario sus emociones puede ser una excelente forma de distanciarse y de aprender a ser más asertivo.
Distanciarse apropiadamente significa poder detenerse un momento antes de recaer en una emoción o pensamiento, para considerar lo que está ocurriéndole. Hay una serie de ejercicios que puede realizar para distanciarse de sus emociones y relajarse:
- Meditar – Tiene múltiples beneficios: mejora su concentración, aumenta su enfoque a lo largo del día y reduce el estrés. Para empezar a practicarlo basta cerrar los ojos mientras se concentra en su respiración, intentando eliminar cualquier pensamiento. Puede empezar con unos minutos e ir aumentando el tiempo a medida que se acostumbra a despejar su mente y presentar atención solamente al aire que inhala y exhala.
- Practicar la atención plena – Consiste en detenerse para prestar atención a cada uno de los detalles de su alrededor. Hay que enfocarse en sus sentidos para intentar observar todo como si fuese la primera vez.
- Reflexionar sobre su rutina diaria – La misma atención plena puede prestarse a alguna actividad rutinaria que normalmente realice automáticamente, con el fin de tomar conciencia de ella a profundidad.
- Escuchar con atención – Escuchar música instrumental intentando poner atención a los detalles de cada instrumento mejora su percepción.
“El humor puede ser una práctica de distanciamiento, porque nos obliga a ver nuevas posibilidades””.
Para sentirse pleno, debe conocer y respetar sus valores personales.
Una fuente común de insatisfacción es la falta de correlación entre lo que se cree y se desea realmente, y lo que se hace. Muchas personas se dejan llevar por las pautas que otros dictan en lugar de mantenerse fieles a sus propios valores, los cuales a veces ni siquiera conocen. La mayoría de la gente interiorizó desde edad temprana los patrones de conducta que los mayores esperaban de ellos y siguen reproduciéndolos en la edad adulta, a veces, sin darse cuenta. No obstante, la realidad es que elegir y mantener vínculos sociales sin atender los valores personales puede resultar agotador.
Por otra parte, regir su vida en función de los valores en los que realmente cree puede ser una fuente invaluable de motivación. Para identificar sus verdaderos valores debe tomar en cuenta que estos han de ser libres y servirle de orientación ante las decisiones difíciles. Sus valores son distintos de sus metas profesionales y tienen que ver con aquello que más le importa, las relaciones sociales que desea cultivar y con el tipo de persona que quiere ser.
Al tener claros sus valores, puede decidir con firmeza sin temor a equivocarse, ya que, incluso en caso de error, habrá sido fiel a sus principios. Por supuesto, hay que saber que toda decisión implica una renuncia a las opciones descartadas.
“En realidad, tomar decisiones difíciles puede ser liberador, porque nos ayuda a definir quiénes somos realmente y demuestra el poder que tenemos todos de darle forma a nuestra vida””.
Los cambios reales comienzan con pequeños ajustes en su vida.
La manera más certera de transformar su vida es realizar pequeños cambios a su rutina diaria, los cuales representen progresos significativos a largo plazo. Encontrar nuevas motivaciones y renovar sus creencias pueden ayudarlo a enfrentar mejor el reto de reinventarse. En principio, una actitud positiva es fundamental y aumenta sus posibilidades de éxito. Es preferible proyectar sus objetivos en función de lo que realmente desea y no de lo que debe hacer.
Para adquirir nuevos hábitos y lograr el cambio que busca, puede seguir las cuatro recomendaciones que se presentan a continuación:
- Facilite sus decisiones – En la medida de lo posible, debe eliminar las distracciones para no verse tentado. La decisión más coherente con sus principios debe ser también la más sencilla.
- Aproveche su circunstancia – Utilice los hábitos que ya posee para introducir un nuevo hábito. Por ejemplo, puede usar la pausa habitual del café en la oficina para tener un acercamiento con algunos miembros del equipo.
- Prevéngase – Anticipe los estímulos a los que estará expuesto y sus reacciones emocionales.
- Sea realista – Hay que evitar el exceso de confianza. Siempre se debe tener en cuenta los posibles obstáculos en su transformación.
“Ajustar la mentalidad, la motivación y los hábitos consiste en sintonizar el propio corazón con la fluidez del mundo, en lugar de plantar los pies en la estabilidad””.
Se debe mantener una actitud de crecimiento sostenido.
Una vez que se comienzan a alcanzar los objetivos y la satisfacción aumenta, el siguiente riesgo es el estancamiento. Las personas más satisfechas suelen ser menos críticas con su entorno y a menudo abandonan el camino del crecimiento personal. El reto está en mantener un equilibrio adecuado entre sus aspiraciones y sus logros, de manera que se mantenga activo y dinámico. Es conveniente buscarse retos que le generen un nivel sano de estrés, el cual es imprescindible para ir más allá de los límites personales.
“En la vida, el principio del balancín significa encontrar ese toma y daca, ese lugar donde la competencia y el bienestar asociados con lo que nos es familiar coexisten en una especie de tensión creativa con la emoción e incluso el estrés asociados con lo desconocimiento””.
Los niños necesitan aprender a gestionar sus emociones.
La agilidad emocional puede cultivarse desde la infancia. Los padres tienen el poder de educar a sus hijos en el conocimiento de sus emociones. Ello no implica sobreproteger a los hijos o volverlos excesivamente sensibles. Al contrario, implica volverlos autónomos al permitirles gestionar sus emociones apropiadamente. Ante todo, los padres deben saber que sus hijos aprenden más de su ejemplo que de sus órdenes y reglas. Cultivar la propia agilidad emocional es la mejor manera de inculcarla a los hijos. Siempre es apropiado hablar con ellos de lo que sienten y de los estímulos externos de esos sentimientos.
Sobre la autora
Susan David es psicóloga y coach ejecutiva. Es fundadora del Instituto de Coaching del Hospital McLean de la Universidad de Harvard.